Y pienso que la vida se me va con huida inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso afán de ser el de antes y desandar la vida.
¡Oh los pasos sin rumbo por la senda perdida, los anhelos inútiles, el batallar intenso! ¿Cómo flotáis ahora, blancas nubes de incienso quemado en los altares de una deidad mentida?
Páginas tersas, páginas de los libros, lecturas de espejismos enfermos, de cuestiones oscuras... ¡Ay, lo que yo he leído! ¡Ay, lo que yo he soñado!...
Tristes noches de estéril meditación, quimera que ofuscaste mi espíritu sin dejarme siquiera mirar que iba la vida sonriendo a mi lado...
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje que da su nota blanca al azul de la fuente; él pasea su gracia no más, pero no siente el alma de las cosas ni la voz del paisaje.
Te engañas, no has vivido... No basta que tus ojos se abran como dos fuentes de piedad, que tus manos se posen sobre todos los dolores humanos ni que tus plantas crucen por todos los abrojos.
Y pienso que la vida se me va con huida inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso afán de ser el de antes y desandar la vida.
Iremos por la vida como dos pajarillos que van en pos de rubias espigas, y hablaremos de sutiles encantos y de goces supremos con ingenuas palabras y diálogos sencillos.