Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje que da su nota blanca al azul de la fuente; él pasea su gracia no más, pero no siente el alma de las cosas ni la voz del paisaje.
Huye de toda forma y de todo lenguaje que no vayan acordes con el ritmo latente de la vida profunda… y adora intensamente la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.
Mira al sapiente búho cómo tiende las alas desde el Olimpo, deja el regazo de Palas y posa en aquel árbol el vuelo taciturno…
Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta pupila, que se clava en la sombra, interpreta el misterioso libro del silencio nocturno.
Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje que da su nota blanca al azul de la fuente; él pasea su gracia no más, pero no siente el alma de las cosas ni la voz del paisaje.
Te engañas, no has vivido... No basta que tus ojos se abran como dos fuentes de piedad, que tus manos se posen sobre todos los dolores humanos ni que tus plantas crucen por todos los abrojos.
Y pienso que la vida se me va con huida inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso afán de ser el de antes y desandar la vida.
Iremos por la vida como dos pajarillos que van en pos de rubias espigas, y hablaremos de sutiles encantos y de goces supremos con ingenuas palabras y diálogos sencillos.