Cruzando montes y trepando cerros,
aquí mato, allí robo,
andaba cierto lobo,
hasta que dio en las manos de los perros.
Mordido y arrastrado
fue de sus enemigos cruelmente;
quedó con vida milagrosamente,
mas inválido al fin y derrotado.
Iba el tiempo curando su dolencia;
el hambre al mismo paso le afligía;
pero, como cazar aún no podía,
con las yerbas hacia penitencia.
Una oveja pasaba, y él la dice:
«Amiga, ven acá, llega al momento;
enfermo estoy y muero de sediento:
Socorre con el agua a este infelice. -
»¿Agua quieres que yo vaya a llevarte?
Le responde la oveja recelosa;
dime pues una cosa:
¿Sin duda que será para enjuagarte,
»limpiar bien el garguero,
abrir el apetito,
y tragarme después como a un pollito?
Anda, que te conozco, marrullero.»
Así dijo, y se fue; si no, la mata.
¡Cuánto importa saber con quien se trata!