Llueve en silencio, que esta lluvia es muda y no hace ruido sino con sosiego. El cielo duerme. Cuando el alma es viuda de algo que ignora, el sentimiento es ciego. Llueve. De mí (de este que soy) reniego...
Tan dulce es esta lluvia de escuchar (no parece de nubes) que parece que no es lluvia, mas sólo un susurrar que a sí mismo se olvida cuando crece. Llueve. Nada apetece...
No pasa el viento, cielo no hay que sienta. Llueve lejana e indistintamente, como una cosa cierta que nos mienta, como un deseo grande que nos miente. Llueve. Nada en mí siente...
La música, sí, la música... Piano banal del piso de enfrente. La música en todo caso, la música... Aquello que viene a buscar el llanto inmanente de toda criatura humana. Aquello que viene a torturar la calma con el deseo de una calma mejor... La música...
Ven a sentarte conmigo, Lidia a la orilla del río. Con sosiego miremos su curso y aprendamos que la vida pasa, y no estamos cogidos de la mano. (Enlacemos las manos.)
Ella canta, pobre segadora, creyéndose feliz tal vez; canta y siega, y su voz, llena de alegre y anónima viudez, ondula como un canto de ave en el aire limpio como umbral, y hay curvas en la trama suave del sonido que tiene al cantar.
¡Aprovechar el tiempo! ¿Pero qué es el tiempo, para que yo lo aproveche? ¡Aprovechar el tiempo! Ningún día sin línea... El trabajo honesto y superior... El trabajo a la manera de Virgilio, a la de Milton... ¡Pero es tan difícil ser honesto o superior!
Me sucedió desde lo alto del infinito esta vida. A través de neblinas, de mi propio yermo ser, humos primeros, vine ganando, y a través de extraños ritos
¡Sosiégate, corazón! ¡No desesperes! Tal vez un día más allá de los días encuentres lo que quieres porque no lo quieres. Entonces, libre de falsas nostalgias, alcanzarás la perfección de ser.