La música, sí, la música... Piano banal del piso de enfrente. La música en todo caso, la música... Aquello que viene a buscar el llanto inmanente de toda criatura humana. Aquello que viene a torturar la calma con el deseo de una calma mejor... La música...
Ven a sentarte conmigo, Lidia a la orilla del río. Con sosiego miremos su curso y aprendamos que la vida pasa, y no estamos cogidos de la mano. (Enlacemos las manos.)
Ella canta, pobre segadora, creyéndose feliz tal vez; canta y siega, y su voz, llena de alegre y anónima viudez, ondula como un canto de ave en el aire limpio como umbral, y hay curvas en la trama suave del sonido que tiene al cantar.
Me sucedió desde lo alto del infinito esta vida. A través de neblinas, de mi propio yermo ser, humos primeros, vine ganando, y a través de extraños ritos
¡Sosiégate, corazón! ¡No desesperes! Tal vez un día más allá de los días encuentres lo que quieres porque no lo quieres. Entonces, libre de falsas nostalgias, alcanzarás la perfección de ser.