Todas las cartas de amor son ridículas, de Fernando Pessoa | Poema

No nos alegra tanto la alegría 
que siga siendo alegre su añoranza, 
ni la añoranza entristecer podría 
la alegría que nunca más se alcanza. 

El poeta es un fingidor.  
finge tan completamente  
que hasta finge que es dolor  
el dolor que de veras siente.  
  
Y quienes leen lo que escribe,  
sienten, en el dolor leído,  
no los dos que el poeta vive  
sino aquél que no han tenido.  

Mi amor, no yo, mi amor es egoísta; 
mi amor por ti se quiere más que a ti, 
y más que a mí, razón de que él exista: 
me quiere vivo por vivir en mí. 

Desde la ventana más alta de mi casa, 
con un pañuelo blanco digo adiós 
a mis versos, que viajan hacia la humanidad. 
Y no estoy alegre ni triste. 
Ése es el destino de los versos. 

Como el amante, que se desespera 
con la idea de amar sin ser amado, 
dudando siempre de lo que quisiera 
saber, o no saber, o haber dudado; 

Todas las cartas de amor son 
ridículas. 
No serían cartas de amor si no fuesen 
ridículas. 

También escribí en mi tiempo cartas de amor, 
como las demás, 
ridículas. 

Las cartas de amor, si hay amor, 
tienen que ser 
ridículas. 

Y así soy, fútil y sensible, capaz de impulsos violentos y absorbentes, malos y buenos, nobles y viles, pero nunca de un sentimiento que subsista, nunca de una emoción que prolongue y entre hasta la sustancia del alma.

No quiero rosas, con tal que haya rosas. 
Las quiero sólo cuando no las pueda haber. 
¿Qué voy a hacer con las cosas 
que cualquier mano puede coger?