El tiempo olvida
y después mata. No pregunta.
Sólo continúa
dejando tras de sí censuras
imposibles de olvidar.
Son frías estas almas de piedra
haciendo cola.
Sospechan dentro de diminutos bolsos
de las miradas largas.
Pagan fríamente, acorde a sus frías
demandas. Han comprado grasa,
vanas esperanzas congeladas,
algunos desinfectantes para almas
(que no quieren)
y una colección de deseos,
por si vuelven.
Son frías y bien ordenadas
estas obradas almas sin obra.
Los condenados deciden libres su última cena
en este frío invierno de condenas compartidas.