La vida es eso que pasa
llegando a final de mes;
vacaciones un fin de semana
son el ataúd acorde al PIB.
¿En qué colegio has estudiado?
Te falta experiencia para el puesto.
¿Te llamas Michael Jackson?
Disculpa, no idolatramos negros.
¿Dónde te gusta meter el rabo?
No me digas que eres de ésos.
¿Qué cara tiene dios en tus rezos?
Si no habla mi idioma es falso.
¿Y esa barba? ¿Ese piercing? ¿Esos pelos?
¡Un tatuaje! ¡Tapa eso, tapa eso!
La vida es eso que pasa
mientras otros revisan,
anotan, autorizan cárceles,
fronteras, cánceres, mirillas.
Mientras otros huyen,
venden, callan, imaginan luces
en la costa, en las manos, en los ojos
tras esas caras infladas de bótox.
Llueve a cántaros.
La piel es como un cristal.
Vida en cascada.
Paisaje y compañía
dispersos en la memoria.
El rastro de las caricias sobre
el vaho de lo inconfesable.
Casi sin darme cuenta, estoy empezando a rechazar moralmente a aquellos que consideran que el reloj marca las dos. En realidad, nunca son las dos. Los rechazo como seres inconscientes, aduladores de la banalidad y cíclicamente hipócritas, a conveniencia periódica.
Los hay que no pueden dejar de fumar,
los hay alcohólicos y cada siete días,
los hay adictos a la coca, a la heroína,
a la próxima forma de evadir o alucinar.
No preguntes por qué, pero me cuesta, me duele
cerrar cualquier libro por su verdad final.
Me exaspera la finitud sabida de cualquier gran historia,
el veinte por ciento abierto o cerrado de par en par.
A veces creo que he nacido para mirar al vértigo a los ojos.
Ni es
blanco, negro
erróneo, eficaz
propio, ajeno
mudo, locuaz
esfuerzo, recreo
ciego, perspicaz
pulcro, obsceno
no es
el amor
núcleo del ser,
todo lo demás
El ángel ya no me mira
a los ojos a la cara.
El ángel utiliza cola blanca
para sus plumas gallináceas para vuelo.
Ya sé lo que me pasa.
Hube de mutilar ciertas rutinas
(ruinas)
excavarme el torácico sueño
(suelto)
pero ya lo sé y no hay distancia
que lo niegue.
Ya sé qué soy. Y tantas otras.
Somos diferentes.
La memoria está poblada
a bocajarro. Como aquel
vietnamita, como aquel 2 de mayo.
Dos formas de enfrentarse,
solicitar la certeza del terror:
“¡No me mates!”, “¡Mátame!”;
dos formas de despedirse,
expulsar un ayer definitivo.