No puedo quitarme, no puedo sacar de mi cabeza la memoria flácida y marmórea carne más allá de esta frontera epidérmica que una viva imagen de muerte ignora.
No puedo olvidar ni la imagen ni tragarme la vergüenza ajena que me señala: culpable, pudiste y no hacer nada es el poso de esta desdicha.
No puedo amar enteramente o dormir enteras las noches; no puedo ignorar las vallas al horizonte, no puedo perdonar eso que somos todos y no se aguanta.
El interés de la deuda soberana no cabe en un poema. La poesía es infantil frente a dos puntos de la prima de riesgo, el descenso de la demanda agregada o la eficiencia de nuevos mecanismos de esperanza.