Llueve a cántaros.
La piel es como un cristal.
Vida en cascada.
Paisaje y compañía
dispersos en la memoria.
El rastro de las caricias sobre
el vaho de lo inconfesable.
No es para tanto
aceptar la muerte.
Para tanto es morirse
tan joven,
morirse antes de tiempo.
Lo peor es morir
antes de saber
que no se sobrevive
sin dinero. No aquí.
No es tan trágico
el descanso, nunca merecido.
No habría diferentes verdades
sin previo engaño.
No es para tanto,
señoras plañideras, enterrador
sin sombrero, ciprés esquelético.
No es para tanto cerrar la boca
y los ojos; el canto y el brillo
después no valen tanto.
No es aceptar un final
la negación de un principio.
Más una razón para dirigir
el destino hacia lo desconocido.