Una vez quise ser bibliotecario
para matar moscas en el trabajo,
regañar a algún huérfano de libro,
traslucir sinopsis de una máscara,
adivinar la signatura pendiente.
Detrás de la primera edición, raras veces,
se encuentra una pluma brillante.
En adelante son marcas registradas
por las editoriales. Lo más parecido
es alquilar el vientre.
A la gente le gustan las marcas,
a lo sumo, las cicatrices.
Al lector, amar, velar los muertos que nunca mueren
y sin embargo existen.
No quiero ser escritor.
Prefiero escribir.
La marca de la fama es el lastre
de la observación y
no es país para honestos.
Alguien me dijo
que dolía; como el hambre
o la malaria. Que te mata
poco a poco a pesar del siglo.
Al principio no hay síntomas.
A los pocos días,
te deja con la cabeza vacía
como una canción en blanco y negro;
te duelen las noticias,
la verdad es un estigma
y no confundes la versión con los hechos.
Entonces te ríes, te burlas
de tu propia ignorancia, de los estandartes,
y ya es tarde,
alucinas: vives en una celda
y te crees libre y actúas a pesar,
con la cabeza llena
de blancos inviernos
de horas caducifolias,
y ya es tarde...
de amor a lomos, migrando
de pájaros alados.
¿Está usted loco?
Loco está usted, loco,
usted está usted,
y yo no le digo nada.
Quien diga lo contrario loco
miente usted, está usted,
usted está y yo soy el loco.
Para estar hay que creer.
¿Loco? Espere usted.
Dame un minuto por favor.
Me gustaría hablar
en este aciago día
sobre la...
sobre la paz en el mundo:
Aprovecho esta...
a ver si me dejan.
Transcurrir en banquete o hambruna,
vida
requerida, dulce, insatisfactoria,
limitada a intermitencias
como lo está una cucharilla:
liviana, ligera
sólo contiene lo que no rebosa,
agujero en potencia.
No puedo quitarme,
no puedo sacar de mi cabeza
la memoria flácida y marmórea carne
más allá de esta frontera epidérmica
que una viva imagen de muerte ignora.
¿Juegas?
Si pudiera decir las olas
que surcan las quillas de mi nube
se hundirían las anclas,
los camarotes y hasta el biruje.
¿A quién conoces viajero?
No levanta la cara del mapa,
náufraga mirada entre letras,
bordes y corrientes de nácar.
No, no estoy especialmente orgulloso
de tantos juguetes de fábrica,
ni del nuevo milagro intelectual como
solución a todas las facturas.
Como si el amor,
como si la vida,
reducidos a este
casi todo, casi juntos,
casi siempre.
Ella, aquella lejana
forma de expresión,
balanza en equilibrio
de días fugaces,
de atmósferas infinitas.
La vida es eso que pasa
llegando a final de mes;
vacaciones un fin de semana
son el ataúd acorde al PIB.