Ayer queda tan lejos como su sombra, como cualquier sombra pasada de luz intocable.
Este miedo constante mantiene alerta la carne, de puntillas la inocencia tras la mirilla del horizonte. Ahora es tarde.
Amor. Son los ríos cuando llegan al mar como afluentes subterráneos.
El aire nos despega los años del cuerpo, ancla los pasos al fondo, hace de velcro los terráqueos inviernos cuando cualquier suave brisa no es suficiente.
Los perfiles del viento mecen las hojas al tacto de su sombra y las eleva las conserva intactas las sombras eternas, del limonero ausente.
Una vez quise ser bibliotecario para matar moscas en el trabajo, regañar a algún huérfano de libro, traslucir sinopsis de una máscara, adivinar la signatura pendiente.
Era mucho más fácil Lo más fácil era soltarlo todo y echar a volar, sin avisos, sin maletas, sin sombrero, sin alas, sin hambre de carnicero. Era marcharse a cualquier otro lugar inevitablemente dentro de este sitio.
¿Está usted loco? Loco está usted, loco, usted está usted, y yo no le digo nada. Quien diga lo contrario loco miente usted, está usted, usted está y yo soy el loco. Para estar hay que creer. ¿Loco? Espere usted.