Ayer queda tan lejos como su sombra, como cualquier sombra pasada de luz intocable.
Este miedo constante mantiene alerta la carne, de puntillas la inocencia tras la mirilla del horizonte. Ahora es tarde.
Amor. Son los ríos cuando llegan al mar como afluentes subterráneos.
El aire nos despega los años del cuerpo, ancla los pasos al fondo, hace de velcro los terráqueos inviernos cuando cualquier suave brisa no es suficiente.
Los perfiles del viento mecen las hojas al tacto de su sombra y las eleva las conserva intactas las sombras eternas, del limonero ausente.
¿Está usted loco? Loco está usted, loco, usted está usted, y yo no le digo nada. Quien diga lo contrario loco miente usted, está usted, usted está y yo soy el loco. Para estar hay que creer. ¿Loco? Espere usted.
Transcurrir en banquete o hambruna, vida requerida, dulce, insatisfactoria, limitada a intermitencias como lo está una cucharilla: liviana, ligera sólo contiene lo que no rebosa, agujero en potencia.
No puedo quitarme, no puedo sacar de mi cabeza la memoria flácida y marmórea carne más allá de esta frontera epidérmica que una viva imagen de muerte ignora.