Aquí la vez postrera
vi fuente clara y pura, á mi señora,
de esta verde ribera
reverenciada por Diana y Flora;
aquí dio á mi partida
lágrimas de piedad en largo llanto;
aquí al dejaría mi dolor fué tanto,
que mostró el corazón dudosa vida;
aquí me aparté de ella
con paso divertido y pies inciertos,
heme hurtado á mi estrella,
vuelvo á la soledad de estos desiertos,
todos los veo mudados,
y los troncos que un tiempo llamé míos,
de sus tiernas niñeces olvidados,
huyendo de mirarse en estos ríos,
que los figuran viejos,
en el agua aborrecen los espejos.
No ya como solía,
halla en las ramas al bajar al llano,
verdes estorbos el calor del día,
muy de paso visita aquí el verano,
los troneos ya desnudos,
sepultados en ocio yacen mudos,
de este monte á los ecos,
y á las deidades santas,
la araña sucedió en los robles huecos.
Rocas pisadas de mortales plantas
fatigan esta arena,
mucho le debes fuente á la verbena,
que sola te acompaña;
¡qué pobre de agua tu corriente baña
la tierra que dio flores, y da abrojos!
¡Cómo se echa de ver en tus cristales
la falta del tributo de mis ojos,
que los hizo crecer en ríos caudales,
en que de partes de tu margen veo
polvo, donde mi sed halló recreo!
Ya no te queda, fuente, otra esperanza,
tras prolija tardanza,
de cobrar tu corriente, y su grandeza,
sino la que te doy con mi tristeza,
de aumentarte llorando,
por no saber de Aminta mi enemiga;
dímelo, fuente amiga,
pues lo vas con tus guijas murmurando,
que si interés de lágrimas te obliga,
no escusaré el verterlas por hallarla.
ya me viste gozarla,
y en medio del amor con mil temores,
llorar mas que la aurora en estas flores.
no me tengas secreto
esto que te pregunto, y te prometo
de hurtarte al sol á fuerza de arboleda,
y de hacer, que te ignore
sed que no fuere de divinos labios;
y de que bruto y torpe pié no pueda,
mientras el sol la seca margen dora,
hacer á tu cristal turbios agravios;
darte hé por nacimiento,
no cual naturaleza dura roca,
que muestre estar de tí siempre sediento.
Escribiré en tu frente
tal ley al caminante:
no llores, si estás triste, ve adelante,
que de los desdichados solamente
Glauro puede llorar en esta fuente;
y si sed del camino
te obligare á beber, oh peregrino,
mira que estas corrientes
después que fueron dignas de los dientes
de Aminta, han despreciado
cualquier labio mortal. No seas osado
a obligarlas á huir; ¡ay! No lo creas,
cuando otro nuevo Tántalo te veas.
Tras esto le daré verdes guirnaldas,
al sátiro del robo de estas faldas,
y á tí mil joyas del tesoro mío,
con que granjees las ninfas de tu rio;
de suerte que en mis dádivas y votos,
conozcan mares grandes,
cuando escondida entre sus senos andes,
que tiene tu deidad acá devotos.