Este amor, que yo alimento
de mi propio corazón,
no nace de inclinación,
sino de conocimiento.
Que amor de cosa tan bella,
y gracia, que es infinita,
si es elección, me acredita,
si no acredita mi estrella.
¿Y qué deidad me pudiera
inclinar a que te amara,
que ese poder no tomara
para sí, si le tuviera?
Corrido, señora, escribo
en el estado presente,
de que estando de ti ausente,
aún parezca que estoy vivo.
Pues ya en mi pena y pasión,
dulce Tirsi, tengo hechas
de las plumas de tus flechas
las alas del corazón.
Y sin poder consolarme,
ausente, y amando firme,
más hago yo en no morirme,
que hará el dolor en matarme.
Tanto he llegado a quererte,
que siento igual pena en mí,
del ver, no viéndote a ti,
que adorándote no verte.
Si bien recelo, señora,
que a este amor serás infiel,
pues ser hermosa y cruel
te pronostica traidora.
Pero traiciones dichosas
serán, Tirsi, para mí,
por ver dos caras en ti,
que han de ser por fuerza hermosas.
Y advierte que en mi pasión,
se puede tener por cierto,
que es decir ausente y muerto,
dos veces una razón.