Yace pintado Amante,
de amores de la Luz muerta de amores,
mariposa elegante
que vistió rosas y voló con flores;
y codicioso el fuego de sus galas
ardió dos primaveras en sus alas.
El aliño del prado
y la curiosidad de Primavera
aquí se han acabado,
y el Galán breve de la Cuarta Esfera
que con dudoso y divertido vuelo
las lumbres quiso amartelar del Cielo.
Clementes hospedaron
a duras Salamandras llamas vivas;
su vida perdonaron,
y fueron rigurosas, como esquivas,
con el galán idólatra que quiso
morir como Faetón, siendo Narciso.
No renacer hermosa,
parto de la ceniza y de la muerte,
como Fénix gloriosa
que su linaje entre las llamas vierte,
quien no sabe de amor y de terneza
lo llamará desdicha, y es fineza.
Su tumba fue su Amada,
hermosa sí, pero temprana y breve;
ciega y enamorada,
mucho al Amor y poco al Tiempo debe;
y pues en sus amores se deshace,
escríbase: Aquí goza, donde yace.
Francisco de Quevedo (Madrid, 1580 - Villanueva de los Infantes, 1645) estudió en las universidades de Alcalá de Henares y Valladolid, ciudad en la que empezó a nacer su fama de gran poeta, para luego continuar su formación y sus trabajos como literato y traductor en Madrid en 1606, de entre los que destaca la primera versión en nuestra lengua de la obra de Anacreonte, encargada por el duque de Osuna. De su mano, participó como secretario de estado en las intrigas entre las repúblicas italianas en 1613, lo que le valió para ingresar como caballero, tres años más tarde, en la Orden de Santiago. Contemporáneo de Lope de Vega o Luis de Góngora, se cuenta, como ellos, entre los más destacados escritores del Siglo de Oro español.