Estancia de otoño, de Gabriel Ferrater | Poema

    Poema en español
    Estancia de otoño

    La persiana, sin cerrar del todo, como 
    un sobresalto que se contiene para no caer al suelo, 
    no nos separa del aire. Mira, se abren 
    treinta y siete horizontes rectos y delgados, 
    pero el corazón los olvida. Sin nostalgia 
    se nos va muriendo la luz, que era de color 
    de miel, y que ahora es de color de olor a manzana. 
    Qué lento, el mundo; qué lento, el mundo; qué lenta, 
    la pena por las horas que se van 
    tan aprisa. Di, ¿recuerdas esta 
    estancia, verdad? 
    «Le tengo mucho cariño. 
    Esas voces de obreros -¿Quiénes son?» 
                Albañiles: 
    falta una casa en la manzana. 
                «Cantan, 
    y hoy no los oigo. Gritan, ríen, 
    y hoy, que callan, los echo a faltar.» 
                Qué lentas, 
    las hojas rojas de las voces, qué inciertas 
    cuando vienen a cubrirnos. Dormidas, 
    las hojas de mis besos van cubriendo 
    los refugios de tu cuerpo, y mientras olvidas 
    las hojas altas del verano, los días 
    abiertos y sin besos, el cuerpo, 
    en lo hondo, recuerda: todavía 
    tienes la piel hecha de sol y luna. 

    • La luz de estío nórdico es inmensa 
      -y aquellas tardes que no mueren nunca. 
      Tal la paz de después. Cuando ellas dicen 
      casi el viejo secreto que buscamos siempre 
      por sendas nuevas. 
                       Y ella habla, y me cuenta 

    • Deja que vuelva atrás, hacia tu tiempo. 
      Otra vez nos citamos donde siempre. 
      Veo la negra pasarela -hierros 
      delgados-, cielo blanco, hierba humilde 
      en tierra de carbón, y oigo el silbido 
      del expreso. A nuestro lado -hemos de hablarnos 

    • Llegará el día más largo de algún larguísimo 
      verano. Muy de mañana, antes que el teléfono 
      llame a la playa o al bosque, nos iremos. 
      Entre el vaho de las calles recién regadas 
      atravesaremos la ciudad, hasta tomar 
      el tren más lento que salga. Bajaremos 

    • Ya sé que no le quieres. 
      No lo digas a nadie 
      Los tres, si tú me ayudas, 
      guardamos el secreto. 
      Nadie más ha de ver 
      lo que tú y yo hemos visto. 
      Se esconderá de todas 
      las personas y cosas 
      que antes eran amigas. 
      Vendrán días de invierno,