Kensington, de Gabriel Ferrater | Poema

    Poema en español
    Kensington

    La luz de estío nórdico es inmensa 
    -y aquellas tardes que no mueren nunca. 
    Tal la paz de después. Cuando ellas dicen 
    casi el viejo secreto que buscamos siempre 
    por sendas nuevas. 
                     Y ella habla, y me cuenta 
    las imágenes que con ella recorren su camino: 
    su camino, tan lento, por donde la conduzco 
    hasta la cima. 
                'Siempre creo que me transformo. 
    Nunca sabrás las cosas que me haces creer, 
    cuerpo mío. Una vez yo fui Kensington, 
    esa extensión de calles tortuosas, 
    llenas de luz sin sol. Y hace un momento 
    te digo que me he vuelto una flor amarilla.' 
        Imágenes florales me son fáciles. 
    Du bist wie eine Blume, y en la mano 
    tengo aún el recuerdo de una flor carnívora, 
    la cosa que se abre hasta una flor 
    de húmeda carne, la corola abierta 
    vasta increíblemente, para que yo, insecto, 
    me entregue. Digo: 
                     'Te conviertes en flor, 
    y hacia aquí todo el cuerpo te sube'. 
          Me equivoqué. Luz pura. Todos los dibujos 
    que sé calcar, no sirven. Y corrige: 
           'No, no cuenta esa flor. Era del todo 
    amarilla. Te me he vuelto una flor amarilla'. 

    José Agustín Goytisolo
    • La luz de estío nórdico es inmensa 
      -y aquellas tardes que no mueren nunca. 
      Tal la paz de después. Cuando ellas dicen 
      casi el viejo secreto que buscamos siempre 
      por sendas nuevas. 
                       Y ella habla, y me cuenta 

    • Deja que vuelva atrás, hacia tu tiempo. 
      Otra vez nos citamos donde siempre. 
      Veo la negra pasarela -hierros 
      delgados-, cielo blanco, hierba humilde 
      en tierra de carbón, y oigo el silbido 
      del expreso. A nuestro lado -hemos de hablarnos 

    • Llegará el día más largo de algún larguísimo 
      verano. Muy de mañana, antes que el teléfono 
      llame a la playa o al bosque, nos iremos. 
      Entre el vaho de las calles recién regadas 
      atravesaremos la ciudad, hasta tomar 
      el tren más lento que salga. Bajaremos 

    • Ya sé que no le quieres. 
      No lo digas a nadie 
      Los tres, si tú me ayudas, 
      guardamos el secreto. 
      Nadie más ha de ver 
      lo que tú y yo hemos visto. 
      Se esconderá de todas 
      las personas y cosas 
      que antes eran amigas. 
      Vendrán días de invierno,