El mutilado, de Gabriel Ferrater | Poema

    Poema en español
    El mutilado

    Ya sé que no le quieres. 
    No lo digas a nadie 
    Los tres, si tú me ayudas, 
    guardamos el secreto. 
    Nadie más ha de ver 
    lo que tú y yo hemos visto. 
    Se esconderá de todas 
    las personas y cosas 
    que antes eran amigas. 
    Vendrán días de invierno, 
    muy lejos de las mesas 
    donde os servían antes 
    ostras y vino blanco. 
    En los días lluviosos 
    no mirará el asfalto 
    donde os habíais visto 
    cuando ibais a pie 
    porque no había taxis. 
    No abrirá más los libros 
    que le hablaron de ti: 
    ignorará qué dicen 
    cuando no hablan de ti. 
    Y sobre todo, puedes 
    estar segura, nunca 
    sabremos dónde está. 

    Él se irá confinando 
    en muy lejanas tierras. 
    Caminará por bosques 
    oscuros. No verá 
    la azagaya de luz 
    de la memoria súbita. 
    Y cuando esté tan lejos 
    que ya parezca muerto 
    podremos recordarle, 
    decir que no le amabas. 
    Ya no nos dolerá 
    ver que te necesita. 
    Será como un espectro 
    sin dolor y sin vida. 
    Tal la foto macabra 
    de una Gueule Cassie, 
    que orna un escaparate 
    y no nos sobresalta. 
    Pero ahora, silencio: 
    no alarmemos a nadie, 
    que no vean la herida 
    sangrante y purulenta. 
    Demos tiempo al olvido. 
    Callemos, y que nadie 
    -ni siquiera yo mismo- 
    recuerde que soy yo. 

    Pere Gimferrer
    • La luz de estío nórdico es inmensa 
      -y aquellas tardes que no mueren nunca. 
      Tal la paz de después. Cuando ellas dicen 
      casi el viejo secreto que buscamos siempre 
      por sendas nuevas. 
                       Y ella habla, y me cuenta 

    • Deja que vuelva atrás, hacia tu tiempo. 
      Otra vez nos citamos donde siempre. 
      Veo la negra pasarela -hierros 
      delgados-, cielo blanco, hierba humilde 
      en tierra de carbón, y oigo el silbido 
      del expreso. A nuestro lado -hemos de hablarnos 

    • Llegará el día más largo de algún larguísimo 
      verano. Muy de mañana, antes que el teléfono 
      llame a la playa o al bosque, nos iremos. 
      Entre el vaho de las calles recién regadas 
      atravesaremos la ciudad, hasta tomar 
      el tren más lento que salga. Bajaremos 

    • Ya sé que no le quieres. 
      No lo digas a nadie 
      Los tres, si tú me ayudas, 
      guardamos el secreto. 
      Nadie más ha de ver 
      lo que tú y yo hemos visto. 
      Se esconderá de todas 
      las personas y cosas 
      que antes eran amigas. 
      Vendrán días de invierno,