Égloga II, de Garcilaso de la Vega | Poema

    Poema en español
    Égloga II

    Personas: ALBANIO, CAMILA; 
    SALICIO, NEMOROSO 

    En medio del invierno está templada 
    el agua dulce desta clara fuente, 
    y en el verano más que nieve helada. 
    ¡Oh claras ondas, cómo veo presente, 
    en viéndoos, la memoria d’aquel día 
    de que el alma temblar y arder se siente! 
    En vuestra claridad vi mi alegría 
    escurecerse toda y enturbiarse; 
    cuando os cobré, perdí mi compañía. 
    ¿A quién pudiera igual tormento darse, 
    que con lo que descansa otro afligido 
    venga mi corazón a atormentarse? 
    El dulce murmurar deste rüido, 
    el mover de los árboles al viento, 
    el suave olor del prado florecido 
    podrian tornar d’enfermo y descontento 
    cualquier pastor del mundo alegre y sano; 
    yo solo en tanto bien morir me siento. 
    ¡Oh hermosura sobre’l ser humano, 
    oh claros ojos, oh cabellos d’oro, 
    oh cuello de marfil, oh blanca mano!, 
    ¿cómo puede ora ser qu’en triste lloro 
    se convertiese tan alegre vida 
    y en tal pobreza todo mi tesoro? 
    Quiero mudar lugar y a la partida 
    quizá me dejará parte del daño 
    que tiene el alma casi consumida. 
    ¡Cuán vano imaginar, cuán claro engaño 
    es darme yo a entender que con partirme, 
    de mí s’ha de partir un mal tamaño! 
    ¡Ay miembros fatigados, y cuán firme 
    es el dolor que os cansa y enflaquece! 
    ¡Oh, si pudiese un rato aquí adormirme! 
    Al que, velando, el bien nunca s’ofrece, 
    quizá qu’el sueño le dará, dormiendo, 
    algún placer que presto desparece; 
    en tus manos ¡oh sueño! m’encomiendo. 

    SALICIO 

    ¡Cuán bienaventurado 
    aquél puede llamarse 
    que con la dulce soledad s’abraza, 
    y vive descuidado 
    y lejos d’empacharse 
    en lo que al alma impide y embaraza!