Canción sobre el nombre de Irene, de Gastón Baquero | Poema

    Poema en español
    Canción sobre el nombre de Irene

    ¡Qué bueno es estar contigo ante este fuego, Irene, 
    saber que sigues llamándote así, Irene; 
    que tu nombre no se te ha evaporado de la piel 
    como se evapora el rocío de la panza del sapo! 

    Ah decir Irene, Irene, Irene, Irene, 
    cerrando los ojos y diciendo nada más Irene 
    por el solo placer y la magia de decir Irene, 
    Pedaleando en el aire existas o no existas, 
    ¡qué real y sólida eres, qué verdadera eres 
    en medio del irreal universo por llamarte Irene! 

    Las salamandritas del fuego se te quedan mirando, 
    y el humo, antes de irse, se detiene feliz a contemplarse 
    en el topacioespejo de tus ojos, como una mujer que se empolva la nariz 
    antes de entrar en el cementerio. 

    Y tú en tu aire, 
    y tú, impasible con tu abanico de llamas, sigues nada más 
    llamándote Irene, 
    segura de que todo el universo no puede despojarte de tu nombre de Irene! 

    Yo paseaba un día por el Tíber, 
    -Tíber de cascabeles ahogados, Tíber de pececitos oscuros 
    Tíber meado por Tiberio-, 
    y vi en medio del río una isla verdeante, 
    trabajada en la materia de las madréporas o de las malaquitas, 
    ¡vaya usted a saber!, pero pequeñita y completamente real; 
    y vi en la orilla 
    una de esas estatuas del Tíber sumergidas por siglos, 
    donde el mármol se ha hecho róseo, y carnal, y blando; 
    y con mucho temor, con una reverencia, pregunté a la estatua: 
    -Perdone usted, señor, ¿cómo se llama esta isla? 
    Y con un gran desdén, entreabriendo apenas los labios y mirándome para nada, dijo suavemente: 
    -¿Cómo va a llamarse esta isla? Esta isla se llama Irene. 

    ¡Qué bueno es estar contigo junto al fuego, 
    y saber que ahí estás, real y verdadera, 
    saber que estás ahí mientras afuera se evapora el mundo, 
    y que sigues y sigues, 
    y seguirás para siempre llamándote Irene!