Qué pasa, qué está pasando siempre debajo del jardín que las rosas acuden sin descanso. Qué está pasando siempre bajo ese oscuro espejo donde nada se oculta ni disuelve. Qué pasa, qué está pasando siempre debajo de la sombra que las rosas perecen y renacen. Que nunca se desmiente su figura, que son eternas sombras, idénticos recuerdos Qué está pasando siempre bajo la tierra oscura donde la luz levanta rubias alas y se despliega límpida y sonora. Qué está pasando siempre bajo el cuerpo secreto de la rosa que no puede negarse al cielo temporal de los jardines, que no puede evitar el ser la rosa, precisa voluntad, sueño visible. Qué pasa, qué está pasando siempre sobre mi corazón que me siento doliéndole a la sombra, estorbándole al aire su perfil y su espacio. Y nunca accedo a destruir mi nombre, y no aprendo a olvidarme, y a morir lentamente sin deseos, como la rosa límpida y sonora que nace de lo oscuro. Que se inclina hacia el seno impasible de la tierra confiando en que la luz la está esperando, creándose la luz, eternamente fija y libertada bajo el cuerpo secreto de la rosa.
¡Cuántas estrellas anoche! ¡Yo las veía tan claras y cercanas como higos de cristal, como frutillas azules! Me parecía, Teresa, que todas las estrellas te miraban con la misma alegría con que te miran los ojos de mi alma.
Mi madre no sabe que por la noche, cuando ella mira mi cuerpo dormido y sonríe feliz sintiéndome a su lado, mi alma sale de mí, se va de viaje guiada por elefantes blanquirrojos, y toda la tierra queda abandonada,
Cuando yo era un pequeño pez, cuando sólo conocía las aguas del hermoso mar, y recordaba muy vagamente haber sido un árbol de alcanfor en las riberas del Caroní, yo era feliz.
Yo te amo, ciudad, aunque sólo escucho de ti el lejano rumor, aunque soy en tu olvido una isla invisible, porque resuenas y tiemblas y me olvidas, yo te amo, ciudad.
Qué pasa, qué está pasando siempre debajo del jardín que las rosas acuden sin descanso. Qué está pasando siempre bajo ese oscuro espejo donde nada se oculta ni disuelve.
¡Qué bueno es estar contigo ante este fuego, Irene, saber que sigues llamándote así, Irene; que tu nombre no se te ha evaporado de la piel como se evapora el rocío de la panza del sapo!