En el castillo de Luna
Tenéis al anciano preso.
...
Cansadas ya las paredes
de guardar tan largo tiempo
a quien recibieron mozo
y ya le ven cano y ciego
Romancero de Bernardo del Carpio
Me digo que yo tenía
sólo diez años entonces,
que tú eras un hombre joven
y empezabas a vivir.
Y pienso en todo este tiempo,
que ha sido mi vida entera,
y en el poco que te queda
para intentar ser feliz.
Hoy te miran cano y viejo,
ya con la muerte en el alma,
las paredes de la casa
donde esperó tu mujer
tantas noches, tantos años,
y vuelves hecho un destrozo,
llenos de sombra los ojos
que casi no pueden ver.
En abril del treinta y nueve,
cuando entraste, primavera
embellecía la escena
de nuestra guerra civil.
Y era azul el cielo, claras
las aguas, y se pudrían
en las zanjas removidas
los muertos de mil en mil.
Ésta es la misma hermosura
que entonces abandonabas:
bajo las frescas acacias
desfila la juventud,
a cuerpo -chicos y chicas –
con os libros bajo el brazo.
Qué patético fracaso
la belleza y la salud.
Y los años en la cárcel,
como un tajo dividiendo
aquellos y estos momentos
de buen sol primaveral,
son un boquete en el alma
que no puedes tapar nunca,
una mina de amargura
y espantosa irrealidad.
Siete mil trescientos días
uno por uno vividos
con sus noches, confundidos
en una sola visión,
donde se juntan el hambre
y el mal olor de las mantas
y el frío en las madrugadas
y el frío en el corazón.
Ahora vuelve a la vida
y a ser libre, si es que puedes;
aunque es tarde y no te queden
esperanzas por cumplir,
siempre se obstina en ser dulce,
en merecer ser vivida
de alguna manera mínima
la vida en nuestro país.
Serás uno más, perdido,
viviendo de algún trabajo
deprimente y mal pagado,
soñando en algo mejor
que no llega. Quizá entonces
comprendas que no estás solo,
que nuestra España de todos
se parece a una prisión.