Dije: Todo ya pleno. Un álamo vibró. Las hojas plateadas sonaron con amor. Los verdes eran grises, el amor era sol. Entonces, mediodía, un pájaro sumió su cantar en el viento con tal adoración que se sintió cantada bajo el viento la flor crecida entre las mieses, más altas. Era yo, centro en aquel instante de tanto alrededor, quien lo veía todo completo para un dios. Dije: Todo, completo. ¡Las doce en el reloj!
Amigos. Nadie más. El resto es selva. ¡Humanos, libres, lentamente ociosos! Un amor que no jura ni promete Reunirá a unos hombres en el aire, Con el aire salvándose. Palabras Quieren, sólo palabras y una orilla: Esos recodos verdes frente al verde
¡Se me mueren! Han vivido con fidelidad: cristianos servidores que se honran y disfrutan ayudando, complaciendo a su señor, un caminante cansado, a punto de preferir la quietud de pies y ánimo. Saben estas suelas. Saben
Blancos, rosas... Azules casi en veta, dos, mentales. Puntos de luz latente dan señales de una sombra secreta. Pero el color, infiel a la penumbra, se consolida en masa. Yacente en el verano de la casa, una forma se alumbra.