Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre. No lo he sabido nunca ni lo quiero saber. Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre, que es el único modo de hablar de una mujer. Esa mujer es tuya, pero también es mía. Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios. Sólo sé que hoy me quiere como ayer te quería, aunque quizá mañana nos olvide a los dos.
Ya ves: ahora es de noche. Yo te llamo mi amigo; yo, que aprendí a estar solo para quererla más; y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo; y tú, que no lo sabes, no la despertarás.
¡Qué importa lo que sueña! Déjala así, dormida. Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer. Y ella irá de tu brazo para toda la vida, y abrirá las ventanas en el atardecer.
Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino. Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar, y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino, ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.
Y pasarán los años favorables o adversos, y nacerán las rosas que nacen porque sí; y acaso tú, algún día, leerás estos versos, Sin saber que los hice por ella y para ti.
Puedes irte y no importa, pues te quedas conmigo como queda un perfume donde había una flor. Tú sabes que te quiero, pero no te lo digo; y yo sé que eres mía, sin ser mío tu amor.
Únicamente el río conoce tu secreto, ese secreto tuyo que es el secreto mío. El río es un hombre de corazón inquieto pero el amor se aleja como el agua del río.
Nadie vino a esperarme. Yo me encogí de hombros y me eché a andar: Soy un hombre de paso, simplemente; soy simplemente un hombre que llega y que se va.
Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente al cambiar un saludo ceremonioso y frío, porque nadie sospecha que es falso tu desvío, ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente.
Árbol, buen árbol, que tras la borrasca te erguiste en desnudez y desaliento, sobre una gran alfombra de hojarasca que removía indiferente el viento...
Donde quiera en las noches se abrirá una ventana o una puerta cualquiera de una calle lejana, no importa dónde ni cuándo, puede ser donde quiera: ni menos en otoño, ni más en primavera.