Lo peor es creer
que se tiene razón por haberla tenido
o esperar que la historia devane los relojes
y nos devuelva intactos
al tiempo en que quisiéramos que todo comenzase.
Pues ni antes ni después existe ese comienzo
y el presente es su negación y tú su fruto
hermano consumido en habitar tu sombra.
Lo peor es no ver que la nostalgia
es señal de engaño o que este otoño
la misma sangre que tuvimos canta
más cierta en otros labios.
Y peor es aún ascender como un globo,
quedarse a medio cielo,
deshincharse despacio,
caer en los tejados de espaldas a la plaza,
no volver al gran día.
La gloria de aquel acto
era toda futura.
Pero tú olvidas cuanto
pusiste en él, mientras los muertos
brotando están a flor de tierra ahora
para hacer con sus manos
la casa, el pan y la mañana nuestra.
Y tú en tu otoño de recordatorios,
en tu rosario quieto,
igual que un héroe de metal fundido,
famoso en unos pocos
metros a la redonda,
ilustre en ignorancia de la hora inmediata
y casi sordo de tristeza.
Pienso
si no supiste combatir,
si no te defendiste por donde más te herían
o si acaso ignorabas que el destierro es a veces
más cruel que la muerte.
Sobremueres.
Te han vendido a ti mismo,
a tu perfil lejano entre metralla y cantos
o te has dejado herir con un solo disparo
de luz petrificada en la boca del alma.