Carnal fuego amoroso, de José Manuel Caballero Bonald | Poema

    Poema en español
    Carnal fuego amoroso

    Amor, primera forma de vivir, escucha: 
    ¿eres tú la tristeza que enciende mi destino, 
    o acaso sólo existes desde un ser que sonríe 
    mientras tiemblan sus ojos esperando en los míos remansarse? 

    Yo no sé si te tuve, ¡oh amor!, dulce manera de luchar, 
    no sé siquiera si alguna vez 
    tus vigentes, iniciadas, estremecidas manos 
    tejieron en mi piel su táctil alegría. 

    Un día -lo recuerdo lo mismo 
    que si ahora en mi pecho me llegara el instante-, 
    creyó mi corazón que tú lo restañabas, 
    que tú te debatías dentro ya de mi cuerpo, 
    doblándome la carne, derrotándola en dichas, 
    contra la humana tierra de un país hermosísimo. 
    Pero escúchame, amor, carnal fuego armonioso, 
    escúchame no quieto, no tendido a mis plantas, 
    sino allí donde reinas, donde en vuelo dominas, 
    ¿eras tú quien entonces refulgía en mi boca 
    desde otro ser que, amante, me centraba en el gozo? 

    Oh, no, no, tú no puedes oírme, tú no puedes hablarme, 
    porque aquello que el hombre más quisiera saber 
    responde siempre mudo dentro de su belleza. 
    Pero yo sí respiro los aires que tú sorbes; 
    sé que eres un pájaro que entre nubes desciende 
    hasta el lumbror premioso de los trinos, 
    o tal vez esta rosa familiar, llameante, 
    que derrama en sus pétalos tanta gloria de savias. 
    Estás allí, lo sé, bajo la tarde núbil, 
    bajo la noche y la mañana que por ti, brilladoras, renacen, 
    en los vientos que marchan y regresan un día 
    trayendo el mismo aroma virginal de las cumbres. 
    Y aquí, sobre esta humana vocación de ser piedra, 
    también es tu presencia la que late, 
    también es tu ternura, tu flagrante dominio, 
    el que enflora de vida los pechos que te ignoran. 
    Tú eres la luz de un paraíso donde el dolor se acuña 
    al gozo de unos cuerpos que, ávidos, se estrechan, 
    que, temblando, se aman bajo copiosos árboles 
    en cuya fronda un trino se extasía, 
    s0bre la hierba,dulce abatida por un peso de dioses. 

    Oh amor, carnal fuego armoni0so, escucha: 
    escúchame la voz que por ti besa, 
    remózame las manos que acarician teniéndote ceñido, 
    abrígate en mi pecho donde tú palpitando me sostienes, 
    dame siempre tu forma, amor, tu celeste materia iluminada, 
    esa embriaguez con la que un cuerpo dentro de otro agoniza 
    por hundir en lo eterno la identidad humana.