Elegía del niño mariscador, de José María Pemán | Poema

    Poema en español
    Elegía del niño mariscador

    Él se sabía un camino 
    que le enseñó una sirena; 
    caminito de la arena 
    hacia un jardín submarino. 

    ¡Qué bien que se lo callaba! 
    ¡Y qué bien que se sabía 
    el camino que llevaba 
    sus pasos donde él quería! 

    Desnudo de pierna y pie, 
    en la paz de una alborada 
    por su camino se fue: 
    se fue diciendo cantares 
    con su esportilla dorada, 
    igual que un dios de los mares, 
    desnudo de pierna y pie. 

    La playa guardó su huella, 
    y, desde la aurora aquella, 
    los anchos mares sonoros 
    aprendieron las tonadas 
    que él solía pregonar: 

    -¡Los buenos cangrejos moros 
    y las bocas mariscadas 
    anoche en la bajamar! 

    Y aun la marea que viene, 
    sube que sube, detiene 
    su empuje verde y sonoro 
    para no borrar la huella 
    de su pie, que es una estrella 
    sobre la arena de oro. 

    Igual que pasa una vela 
    llena de sol sobre el mar, 
    pasó dejando una estela 
    de gracia y luz al pasar: 
    un aire de su cantar, 
    una huella de su pie, 
    un dejo de su cariño 
    y esta leyenda del niño 
    mariscador que se fue...