La muchacha del balcón, de Juan Gelman | Poema

    Poema en español
    La muchacha del balcón

    La tarde bajaba por esa calle junto al puerto 
    Con paso lento, balanceándose, llena de olor, 
    Las viejas casas palidecen en tardes como ésta, 
    Nunca es mayor su harapienta melancolía 
    Ni andan más tristes de paredes, 
    En las profundas escaleras brillan fosforescencias como de mar, 
    ojos muertos tal vez que miran a la tarde como si recordaran, 
    eran las seis, una dulzura detenía a los desconocidos, 
    una dulzura como de labios de la tarde, carnal, 
    carnal, 
    los rostros se ponen suaves en tardes como ésta, 
    arden con una especie de niñez 
    contra la oscuridad, el vaho de los dancings

    Esa dulzura era como si cada uno recordara a una mujer 
    Sus muslos abrazados, la cabeza en su vientre, 
    El silencio de los desconocidos 
    Era un oleaje en medio de la calle 
    Con rodillas y rostros de ternura chocando 
    Contra el «New Inn», las puertas, los umbrales de color abandono. 

    Hasta que la muchacha se asomó al balcón 
    de pie sobre la tarde íntima como su cuarto con la cama deshecha 
    donde todos creyeron haberla amado alguna vez 
    antes de que viniera el olvido.

    • habría un par de cosas que decir/ 
      que nadie la lee mucho/ 
      que esos nadie son pocos/ 
      que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/ y 
      con el asunto de comer cada día/se trata 
      de un asunto importante/recuerdo 
      cuando murió de hambre el tío juan/ 

    • No sé por qué te amo. 
      Sé que por eso te amo. 
      Cae mi lengua, como la de Catulo, 
      en su doble noche de deseo. 
      Nadie vuelve de vos 
      a lo que fue. Cuando callan 
      las palabras inevitables, las 
      repeticiones del dolor y 
      los huecos de la tiniebla alta, 

    • ¿se fue por el aire o era 
      una invención de cuello verde 
      Isidoro Ducasse de Lautréamont 
      se fue por el aire o era: 
      una invención de cuello verde 
      un Isidoro del otro amor 
      que comía rostros podridos 
      melancolías desesperos 

    • Y construí tu rostro. 
      Con adivinaciones del amor, construía tu rostro 
      en los lejanos patios de la infancia. 
      Albañil con vergüenza, 
      yo me oculté del mundo para tallar tu imagen, 
      para darte la voz, 
      para poner dulzura en tu saliva. 

    • En un colchón de piedras duerme 
      el saqueo del sueño, la 
      lengua cortada en pedacitos 
      de la memoria a la linda alondra. 
      Qué es una alondra preguntaba 
      la multitud que come altura, el 
      existir que no quiere 
      ser ensuciado, la violenta 

    • Padre, 
          desde los cielos bájate, he olvidado 
      las oraciones que me enseñó la abuela, 
      pobrecita, ella reposa ahora, 
      no tiene que lavar, limpiar, no tiene 
      que preocuparse andando el día por la ropa, 
      no tiene que velar la noche, pena y pena, 

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