Cohabito con un oscuro animal. Lo que hago de día, de noche me lo come. Lo que hago de noche, de día me lo come. Lo único que no me come es la memoria. Se encarniza en palpar hasta el más chico de mis errores y mis miedos. No lo dejo dormir. Soy su oscuro animal.
Viendo a la gente andar, ponerse el traje, el sombrero, la piel y la sonrisa, comer sobre los platos dulcemente, afanarse, correr, sufrir, dolerse, todo por un poquito de paz y de alegría, viendo a la gente, digo, no hay derecho
es enorme la tristeza que un hombre una mujer pueden hacerse entre sí como enormes son esos dos pajaritos parados en la rama picoteándose y enorme es el mismo árbol con lluvias bajo el sol que se le ven en la cara
Se pasa de inocente a culpable en un segundo. El tiempo es así, torcazas que cantan en un árbol cansado. La carne piensa y no llora. Pensar es ver la nada que nota en una cucharada de sopa. El dolor no se olvida de uno. Sombras ahí,
¿Cómo sabe Andrea que la poesía no tiene cuerpo, no tiene corazón y en su hálito de niña pasa o puede pasar y habla de lo que siempre no habla? En la boca cuaja el mundo y a la luz de pasados que Andrea ignora para nunca su memoria es una casa nueva donde
philip se sacó la camisa servil llena de tardes de oficina y sonrisas al jefe y asesinatos de su niño románticamente hablando su niño operado cortado transplantado injertado de bucólicas primaveras y Ginger Street volando alto verdadera
hoy llueve mucho, mucho, y pareciera que están lavando el mundo mi vecino de al lado mira la lluvia y piensa escribir una carta de amor/ una carta a la mujer que vive con él y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él y se parece a su sombra/
Cohabito con un oscuro animal. Lo que hago de día, de noche me lo come. Lo que hago de noche, de día me lo come. Lo único que no me come es la memoria. Se encarniza en palpar hasta el más chico de mis errores y mis miedos. No lo dejo dormir.