Viendo a la gente andar, ponerse el traje, 
el sombrero, la piel y la sonrisa, 
comer sobre los platos dulcemente, 
afanarse, correr, sufrir, dolerse, 
todo por un poquito de paz y de alegría, 
viendo a la gente, digo, no hay derecho 
a castigarle el hueso y la esperanza, 
a ensuciarle los cantos, a oscurecerle el día, 
     viendo, sí, 
cómo la gente llora en los rincones 
más oscuros del alma y sin embargo 
sabe reír y sabe andar derecho, 
viendo a la gente, bueno, viéndola 
tener hijos y esperar y siempre 
creer que van a mejorar las cosas 
y viéndola pelear por sus riñones, 
    digo gente, 
qué hermoso andar contigo 
a descubrir la fuente de lo nuevo, 
a arrancar la felicidad, 
a traer el fruto sobre el lomo, hablar 
familiarmente con el tiempo y saber 
que acabaremos y de una buena vez por ser dichosos, 
qué hermoso, digo, gente, qué misterio 
vivir tan castigado 
  y cantar y reír, 
    ¡qué asunto raro!