¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.
Te voy dando el aliento de mi vida
con huracán o silfos de la brisa,
con duro llanto o elevada risa,
con ademán abierto o mano asida.
Del caballo en que voy tienes la brida,
lo puedes detener o darle prisa,
enjaezarlo de oro o de ceniza,
dármele brasa o llama contenida.
Así será ya siempre en el marcado
libro del sino, hoy por ti dorado
a fuego, como lámina preciosa.
Escribe lentamente lo que quieras.
Será mi ley, será en mis nuevas eras
sagrado trigo y elegida rosa.