¡Ah, que estoy cansada! Me he reído tanto, tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto; tanto, que este rictus que contrae mi boca es un rastro extraño de mi risa loca.
Yo siento por la luz un amor de salvaje. Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge; ¿no será, cada lumbre, un cáliz que recoge el calor de las almas que pasan en su viaje?
Amante: no me lleves, si muero al camposanto A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente Alboroto divino de alguna pajarera O junto a la encantada charla de alguna fuente.
Absorto pez, dormida golondrina, mariposa en el aire de la muerte, rosa fallida en la impasible umbría, esmeralda evadiéndose del verde color de su destino. En las heridas la sangre blanca y el dolor ausente, el mundo trastrocado en una orilla