Aullidos, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    Aullidos

    Pasan los días y los años, corre la vida 
    y uno no sabe por qué vive... 
    Pasan los días y los años, llega la muerte 
    y uno no sabe por qué muere. 
    Y un día el hombre se pone a llorar sin más ni más, 
    sin saber por qué llora 
    por quién llora... 
    y qué significa una lágrima. 
    Luego, cuando otro día uno se va para siempre, 
    sin que nadie lo sepa tampoco 
    y sin saber quién es 
    ni a qué ha venido aquí... 
    piensa que tal vez vino sólo a llorar 
    y aullar como un perro... 
    por el perro de ayer que se fue, 
    por el perro de mañana que vendrá 
    y se irá también sin que se sepa adónde 
    y por todos los pobres perros muertos del mundo. 
    Porque ¿no es el hombre un pobre perro perdido y solitario 
    sin amo y sin domicilio conocido?... 
    Y no puede llorar y aullar el Hombre en el Viento 
    sin más ni más... porque sí 
    como aúlla el mar... ¿Por qué aúlla el mar? 
    Señor Arcipreste... ¿Por qué aúlla el mar?

    • Oh, este dolor, 
      este dolor de no tener ya lágrimas; 
      este dolor 
      de no tener ya llanto 
      para regar el polvo. 
      ¡Oh, este llanto de España, 
      que ya no es más que arruga y sequedad... 
      mueca, 
      enjuta congoja de la tierra, 

    • Pasan los días y los años, corre la vida 
      y uno no sabe por qué vive... 
      Pasan los días y los años, llega la muerte 
      y uno no sabe por qué muere. 
      Y un día el hombre se pone a llorar sin más ni más, 
      sin saber por qué llora 
      por quién llora... 

    • He llegado al final... 
      ¿Quién me ha traído hasta aquí... 
      y por qué me han traído hasta aquí? 
      Yo no quería cantar... 
      Y ahora parece que este era solo mi destino: 
      cantar, rezar, gritar, llorar, blasfemar... 
      Y con una voz de publicano, 

    • Aquí estoy... 
      En este mundo todavía... Viejo y cansado... Esperando 
          a que me llamen... 
      Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita 
          y condenada 
      y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro 
          y me ha dicho severo: 

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