Por qué habla tan alto el español, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    Por qué habla tan alto el español

    Este tono levantado del español es un defecto, viejo ya, de raza. Viejo e incurable. Es una enfermedad crónica. 

    Tenemos los españoles la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre, para siempre porque tres veces, tres veces, tres veces tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrarnos la laringe. 

    La primera fue cuando descubrimos este Continente, y fue necesario que gritásemos sin ninguna medida: ¡Tierra! ¡Tierra! ¡Tierra!. Había que gritar esta palabra para que sonase más que el mar y llegase hasta los oídos de los hombres que se habían quedado en la otra orilla. Acabábamos de descubrir un mundo nuevo, un mundo de otras dimensiones al que cinco siglos más tarde, en el gran naufragio de Europa, tenía que agarrarse la esperanza del hombre. ¡Había motivos para hablar alto! ¡Había motivos para gritar! 

    La segunda fue cuando salió por el mundo, grotescamente vestido con una lanza rota y una visera de papel aquel estrafalario fantasma de la Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra de luz olvidada por los hombres: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!... ¡También había motivos para gritar! ¡También había motivos para hablar alto! 

    El otro grito es más reciente. Yo estuve en el coro. Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid, en el año de 1936, para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡Eh! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!... ¡Que viene el lobo! 

    El que dijo Tierra y el que dijo Justicia es el mismo español que gritaba hace seis años nada más, desde la colina de Madrid, a los pastores: ¡Eh! ¡Que viene el lobo! 

    Nadie le oyó. Los viejos rabadanes del mundo que escriben la historia a su capricho, cerraron todos los postigos, se hicieron los sordos, se taparon los oídos con cemento, y todavía ahora no hacen más que preguntar como los pedantes: ¿pero por qué habla tan alto el español? 

    Sin embargo, el español no habla alto. Ya lo he dicho. Lo volveré a repetir: el español habla desde el nivel exacto del Hombre, y el que piense que habla demasiado alto es porque escucha desde el fondo de un pozo.

    • No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. 
      No he venido tampoco, 
      ni estoy aquí arreglando mi expediente 
      para que me canonicen cuando muera. 
      He venido a mirarme la cara 
      en las lágrimas que caminan hacia el mar, 
      por el río y por la nube... 

    • Deshaced ese verso, 
      Quitadle los caireles de la rima, 
      el metro, la cadencia 
      y hasta la idea misma... 
      Aventad las palabras... 
      y si después queda algo todavía, 
      eso 
      será la poesía. 
      ¿Qué 
      importa 
      que la estrella 
      esté remota 

    • Y ahora pregunto aquí: 
      ¿quién es el último que habla, el sepulturero o el Poeta? 
      ¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios 
      para que me tapen la boca cuando muera, 
      con una paletada de tierra? 
      No. He venido y estoy aquí, 

    • Pero ¿qué están hablando esos poetas de ahí de la palabra? 
      Siempre en discusiones de modisto: 
      que si desceñida o apretada... 
      que si la túnica o que si la casaca... 
      La palabra es un ladrillo, ¿Me oísteis?... ¿Me ha oído usted, Señor Arcipreste? 

    • A Alberto López Argüello 
       
      ¡Qué lástima 
      que yo no pueda cantar a la usanza 
      de este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan! 
      ¡Qué lástima 
      que yo no pueda entonar con una voz engolada 
      esas brillantes romanzas 

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