Piedra de sal, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    Piedra de sal

    Tu estabas dormida 
    como el agua que duerme en la alberca... 
    y yo llegué a ti 
    como llega 
    hasta el agua que duerme 
    la piedra. 
    Turbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste 
    como en ondas el agua que duerme se quiebra 
    cuando 
    llega 
    a turbar su remanso dormida 
    la piedra. 

    Piedra fui para ti, piedra soy 
    y piedra quiero ser, pero piedra 
    blanda de sal 
    que al llegar a ti se disuelva 
    y en tu cuerpo se quede 
    y sea 
    como una levadura de tu carne 
    y como el hierro de la sangre en tus venas. 
    Y en tu alma deje una sed infinita 
    de amarlo todo... y una sed de belleza 
    insaciable... 
    eterna...

    • No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. 
      No he venido tampoco, 
      ni estoy aquí arreglando mi expediente 
      para que me canonicen cuando muera. 
      He venido a mirarme la cara 
      en las lágrimas que caminan hacia el mar, 
      por el río y por la nube... 

    • Deshaced ese verso, 
      Quitadle los caireles de la rima, 
      el metro, la cadencia 
      y hasta la idea misma... 
      Aventad las palabras... 
      y si después queda algo todavía, 
      eso 
      será la poesía. 
      ¿Qué 
      importa 
      que la estrella 
      esté remota 

    • Y ahora pregunto aquí: 
      ¿quién es el último que habla, el sepulturero o el Poeta? 
      ¿He aprendido a decir: Belleza, Luz, Amor y Dios 
      para que me tapen la boca cuando muera, 
      con una paletada de tierra? 
      No. He venido y estoy aquí, 

    • Pero ¿qué están hablando esos poetas de ahí de la palabra? 
      Siempre en discusiones de modisto: 
      que si desceñida o apretada... 
      que si la túnica o que si la casaca... 
      La palabra es un ladrillo, ¿Me oísteis?... ¿Me ha oído usted, Señor Arcipreste? 

    • A Alberto López Argüello 
       
      ¡Qué lástima 
      que yo no pueda cantar a la usanza 
      de este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan! 
      ¡Qué lástima 
      que yo no pueda entonar con una voz engolada 
      esas brillantes romanzas 

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