Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos, que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, que los huesos del hombre los entierran con cuentos, y que el miedo del hombre... ha inventado todos los cuentos. Yo no sé muchas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos... y sé todos los cuentos.
Me gusta el Cristo de Velázquez. La melena sobre la cara... y un resquicio en la melena por donde entra la imaginación. Algo se ve. ¿Cómo era aquel rostro? Mira bien, compónlo tú. ¿A quién se parece? ¿A quién te recuerda?
Deshaced ese verso, Quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la idea misma... Aventad las palabras... y si después queda algo todavía, eso será la poesía. ¿Qué importa que la estrella esté remota
¡Qué lástima que yo no pueda cantar a la usanza de este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan! ¡Qué lástima que yo no pueda entonar con una voz engolada esas brillantes romanzas
Pero ¿qué están hablando esos poetas de ahí de la palabra? Siempre en discusiones de modisto: que si desceñida o apretada... que si la túnica o que si la casaca... La palabra es un ladrillo, ¿Me oísteis?... ¿Me ha oído usted, Señor Arcipreste?
Ten una voz, mujer, que pueda decir mis versos y pueda volverme sin enojo, cuando sueñe desde el cielo a la tierra... Ten una voz, mujer, que cuando me despierte no me hiera... Ten una voz, mujer, que no haga daño
(A todos los judíos del mundo, mis amigos, mis hermanos)
Esos poetas infernales, Dante, Blake, Rimbaud... Que hablen más bajo... ¡Que se callen! Hoy cualquier habitante de la tierra sabe mucho más del infierno
No me contéis más cuentos, que vengo de muy lejos y sé todos los cuentos. No me contéis más cuentos. Contad y recontadme este sueño. Romped, rompedme los espejos. Deshacedme los estanques, los lazos, los anillos, los cercos,