He vivido entre los arrabales, pareciendo un mono, he vivido en la alcantarilla transportando las heces, he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas y aprendido a nutrirme de lo que suelto. Fui una culebra deslizándose por la ruina del hombre, gritando aforismos en pie sobre los muertos, atravesando mares de carne desconocida con mis logaritmos. Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla y que mis padres me sedujeron para ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos. He enseñado a moverse a las larvas sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran. Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar, y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas» y «qué oscuro es tu nombre». He vivido los blancos de la vida, sus equivocaciones, sus olvidos, su torpeza incesante y recuerdo su misterio brutal, y el tentáculo suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies frenéticos de huida. He vivido su tentación, y he vivido el pecado del que nadie cabe nunca nos absuelva.
Bastó un gesto, una palabra vuestra para que todo se hiciese aire, o menos que aire... Brujas que hablabais el lenguaje del viento, a medianoche, el lengiuaje del viento golpeando las ventanas, el lenguaje del viento
La poesía destruye al hombre mientras los monos saltan de rama en rama buscándose en vano a sí mismos en el sacrílego bosque de la vida las palabras destruyen al hombre ¡y las mujeres devoran cráneos con tanta hambre de vida!
He vivido entre los arrabales, pareciendo un mono, he vivido en la alcantarilla transportando las heces, he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas y aprendido a nutrirme de lo que suelto. Fui una culebra deslizándose por la ruina del hombre, gritando
Tengo un idiota dentro de mí, que llora, que llora y que no sabe, y mira sólo la luz, la luz que no sabe. Tengo al niño, al niño bobo, como parado en Dios, en un dios que no sabe sino amar y llorar, llorar por las noches
Fumo mucho. Demasiado. Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio, y oigo pasar la vida como quien pone la radio. Fumo mucho. En el cenicero hay ideas y poemas y voces de amigos que no tengo. Y tengo la boca llena de sangre,
Se diría que está aún en la balaustra del balcón mirando a nadie, llorando, Se diría que eres aún visto como siempre que eres aún en la tierra un niño difunto. Se diría, se arriesga el poema por alguien
«Ten piedad de mi larga miseria» Le fleurs du mal, Charles Baudelaire
Tú que eres tan sólo una herida en la pared y un rasguño en la frente que induce suavemente a la muerte: tú ayudas a los débiles mejor que los cristianos