Cuando volvéis a la ciudad, vencejos,
acaso regresáis como si nada
hubiera sucedido desde entonces,
como si este verano fuera el mismo
que dejasteis ayer flotando inmersos
en el giro sin fin de vuestro grito.
Otra vez la mañana
enciende y señorea mis sentidos
en un rapto de luz que los suspende
más allá de las cosas. No hay tinieblas,
nada más que la luz, pura y sencilla.
Otra vez la mañana y los sentidos,
dejándose caer por la pendiente
de las cosas que brillan desusadas
porque nadie las vio de esta manera.
Amanece detrás de las cortinas.
Todo es sol arrasando la penumbra.
Y en la blanca pared nada profana
esta limpia indulgencia.
¿Qué sílabas darán con su contorno
en la noche del alma, qué palabras
vendrán a darme aliento
sino aquellas que nunca fueron dichas?