Goza, goza, niña pura, Mientras en la infancia estás; Goza, goza esa ventura Que dura lo que una rosa. —¿Qué?, ¿tan poco es lo que dura? —Ya verás niña graciosa, ya verás.
Mire usted, Asunción: aunque algún ángel metiéndose a envidioso, conciba allá en el cielo el mal capricho de venir por la noche a hacerle el oso y en un acto glorioso llevársela de aquí, como le ha dicho no sé que nigromante misterioso,
Después de que el destino me ha hundido en las congojas del árbol que se muere crujiendo de dolor, truncando una por una las flores y las hojas que al beso de los cielos brotaron de mi amor.
¡Amar a una mujer, sentir su aliento, y escuchar a su lado lo dulce y armonioso de su acento; tener su boca a nuestra boca unida y su cuello en el nuestro reclinado, es el placer más grato de la vida, el goce más profundo
Humanidad pigmea, tú que proclamas la verdad y el Cristo, mintiendo caridad en cada idea: tú que, de orgullo el corazón beodo, por mirar a la altura te olvidas de que marchas sobre lodo: