Mentiras de la existencia, de Manuel Acuña | Poema

    Poema en español
    Mentiras de la existencia

    Dolora 



    ¡Qué triste es vivir soñando 
    en un mundo que no existe! 
    Y qué triste 
    ir viviendo y caminando, 
    sin fe en nuestros delirios, 
    de la razón con los ojos, 
    que si hay en la vida lirios, 
    son muchos mas los abrojos. 
    Nace el hombre, y al momento 
    se lanza tras la esperanza, 
    que no alcanza 
    porque no se alcanza el viento; 
    y corre, corre, y no mira 
    al ir en pos de la gloria 
    que es la gloria una mentira 
    tan bella como ilusoria. 
    ¡No ve al correr como loco 
    tras la dicha y los amores, 
    que son flores 
    que duran poco, muy poco! 
    ¡No ve cuando se entusiasma 
    con la fortuna que anhela, 
    que es la fortuna un fantasma 
    que cuando se toca vuela! 

    Y que la vida es un sueño 
    del que, si al fin despertamos, 
    encontramos 
    el mayor placer pequeño; 
    pues son tan fuertes los males 
    de la existencia en la senda, 
    que corren allí a raudales 
    las lágrimas en ofrenda. 

    Los goces nacen y mueren 
    como puras azucenas, 
    mas las penas 
    viven siempre y siempre hieren; 
    y cuando vuelva la calma 
    con las ilusiones bellas, 
    su lugar dentro del alma 
    queda ocupado por ellas. 

    Porque al volar los amores 
    dejan una herida abierta 
    que es la puerta 
    por donde entran los dolores; 
    sucediendo en la jornada 
    de nuestra azarosa vida 
    que es para el pesar «entrada» 
    lo que para el bien «salida». 

    ¡Y todos sufren y lloran 
    sin que una queja profieran, 
    porque esperan 
    hallar la ilusión que adoran!... 
    Y no mira el hombre triste 
    cuando tras la dicha corre, 
    que sólo el dolor existe 
    sin que haya bien que lo borre. 

    No ve que es un fatuo fuego 
    la pasión en que se abrasa, 
    luz que pasa 
    como relámpago, luego: 
    y no ve que los deseos 
    de su mente acalorada 
    no son sino devaneos, 
    no son más que sombra, nada. 

    Que es el amor tan ligero 
    cual la amistad que mancilla 
    porque brilla 
    sólo a la luz del dinero; 
    y no ve cuando se lanza 
    loco tras de su creencia, 
    que son la fe y la esperanza, 
    mentiras de la existencia.

    Manuel Acuña nació en Saltillo (México) en 1849. Se inscribe en los estudios de Medicina en 1868, aunque se dedica principalmente a la Literatura. En 1869 funda la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl y comienza a publicar sus primeros poemas en la revista Iberia. Su obra está caracterizada por un romanticismo vehemente y la oposición directa al racionalismo. Su novela El pasado (1872) y sobre todo sus poemas, rápidamente difundidos, se asemejan al estilo de autores clásicos del Romanticismo, como Espronceda o Heine. Sus poemas, entre los que destacan Ante un cadáver y Nocturno, fueron reunidos y publicados póstumamente en 1874, un año después del suicidio por amor del poeta, a los 24 años de edad.