Tengo el caballo la puerta, de Manuel Benítez Carrasco | Poema

    Poema en español
    Tengo el caballo la puerta

    Tengo el caballo a la puerta, 
    ¿te quieres venir conmigo?. 
    Yo no te obligo. 
    Sólo te brindo ocasión 
    de darte en mi soledad 
    una casa, un corazón 
    y un cariño de verdad. 

    ¿Qué no quieres...? Allá penas. 
    Mientras yo tenga en mis venas 
    sangre de piropo y ronda; 
    mientras, por más que se esconda, 
    no haya mujer que resista 
    este pase de conquista 
    de los vuelos de mi capa; 
    mientras la flor que se tapa 
    con clavel y celosía 
    se asome a verme pasar 
    pensando en la Vicaría; 
    y mientras de par en par 
    se abran a mi reclamo 
    el corazón donde llamo 
    y la boca donde toco... 
    a mí se me importa poco 
    que quieras o que no quieras 
    ser dueña de mi fortuna. 
    Hay mucha espiga en las eras 
    para pensar sólo en una. 

    Y mira lo que te digo: 
    un día dejé la luna 
    porque no quiso venir conmigo. 

    Y no me costó ninguna 
    fatiga romper cadenas. 
    Con esto quiero decir 
    que a ti, que no eres la luna, 
    me costará menos pena 
    dejarte, si lo prefieres. 
    Me sobran a mí mujeres. 

    De modo que tú dirás; 
    si me das el sí, tendrás 
    beso blando, brazo fuerte, 
    casa, cariño y corona 
    y, si es preciso, mi muerte 
    por defender tu persona. 

    ¿Qué no quieres...? 
    No hay que hablar 
    de olvidos ni sufrimientos: 
    que tengo yo muchos vientos 
    por donde poder volar. 
    Y me iré calle adelante, 
    sin fatiga y sin desplante, 
    con una copla de mayo 
    saltando en el corazón 
    mientras me acompaña el son 
    el paso de mi caballo: 

    —Voy a la esquina a cambiar 
    por una rosa otra rosa, 
    y a ver quien lo va a notar; 
    que si una rosa es hermosa... 
    la otra... no se queda atrás 

    En fin; no quiero hablar más 
    de lo que ya no precisa 
    más explicación. 

    Mi corazón va deprisa 
    y no le gusta perder 
    tiempo en la conversación, 
    mientras se pueda entender 
    a besos por los balcones 
    y, torero sin fracaso, 
    pueda torear al paso 
    cinturas y corazones. 

    Ya lo sabes; junto al río 
    tengo un huerto de limones 
    y un arroyito de frío 
    que va sembrando canciones. 
    Y en la loma 
    tengo un blanco caserío 
    como una blanca paloma 
    que se asoma 
    para beber en el río 

    Y entre arrayán y romero 
    un beso sin estrenar 
    que está diciendo ¡me muero! 
    porque no puede aguardar. 

    Y creciendo junto a una 
    rosita sin jardinero 
    tengo la flor de un te quiero 
    para tu pelo de luna. 

    Todo esto, junto al río, 
    en mi cabaña desierta. 
    Piénsalo bien, amor mío... 
    Tengo el caballo a la puerta.