Sombra, triste compañera
inútil, dócil y muda,
que me sigues dondequiera
pertinaz como la duda.
Amiga que no se advierte,
compañera que se olvida,
afirmación de la vida
que hace pensar en la muerte.
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.