Duro tiempo, de María Beneyto | Poema

    Poema en español
    Duro tiempo

    Nuestra niñez no ha sido protegida 
    por canciones de nácar, 
    por símbolos de azúcar inefable 
    o guirnaldas de estaño. 
    Nuestra infancia sabía a hierba amarga, 
    a guerra fratricida, 
    sin fábulas azules ni leyendas. 
    Enseguida supimos que la vida 
    ─aquel tallo inocente─ 
    nacía de una entraña ensangrentada 
    que indicaba el camino 
    hacia la luz, entre la carne rota. 
    Que las madres guardaban 
    recuerdos prenatales en su vientre. 
    A esquirlas de metralla, a realidades, 
    nos sacaron del mundo 
    en que era fácil y feliz sin niño. 
    Con obuses, con bombas 
    conocimos la atroz mitología 
    que izaban la palabras 
    del lívido alarido de la herida. 
    Hicimos colección de balas viejas 
    usadas por la muerte. 
    Nana feroz nos daban en la noche 
    las sirenas de alarma 
    y el agujero del terror oscuro 
    del refugio antiaéreo 
    que jugaba por el día con nosotros. 
    Lo mismos que asexuales criaturas 
    inventábamos juntos 
    iguales violencias. (Una niña 
    alunas veces vino, 
    se me subió a los ojos lentamente 
    y lloró en mis pupilas 
    inexplicables ríos infantiles─) 
    Y ese ha sido el preludio, 
    la llegada a la tierra que vivo. 
    Los indicios apenas de la vida 
    repartida en dos seres 
    y desdoblada, separada, aparte. 
    La dura despedida 
    del otro ser que se quedó en la muerte. 
    Sin ser mujer, y sin tener infancia 
    allí, en tierra de nadie, 
    en tiempo neutro, en limbo sostenido, 
    la niñez compañera 
    era un capullo pálido, caído, 
    ahogado entre la sangre 
    en donde ser perdió la niña muerta. 
    Pero siguió la muerte su camino 
    y los hermanos eran 
    allá en el frente, dioses luminosos, 
    de guerreros antiguos 
    resplandeciendo a un lado de la lucha, 
    en el duro combate, 
    en la carne mortal, herida y nuestra, 
    mientras iba cayendo eterna lluvia 
    en la herida infectada 
    de acuchillados campos. En el hueso 
    innumerable y joven 
    del múltiple cadáver, y algo hembra, 
    mujer, madre del luto, 
    algo llamado España sollozaba.