Había una vez un señor todo de nieve. Se llamaba Don Fresquete. ¿Este señor blanco había caído de la luna? –No. ¿Se había escapado de una heladería? –No, no, no.
Alma sin el amor, ave dejada en los terrenos de la maravilla: cuando no haya más hojas y se acaben los días yo seguiré buscando tu luz recién nacida -alma sobre rebaños levantada- para hacer las mañanas de mi vida.
Calle Florida, túnel de flores podridas. Y el pobrerío se quedo sin madre llorando entre faroles sin crespones. Llorando en cueros, para siempre, solos.