Mi día es desordenado y absurdo:
al mendigo pido pan,
al rico le ofrezco una limosna.
En la aguja enhebro un rayo de luz,
al ladrón le doy la llave,
con polvos blancos encubro mi palidez.
No pienso, no me quejo,
no disiento, no duermo.
No me lanzo ni al Sol, ni a la Luna,
ni al mar, ni a la nave.
No siento el calor de estas paredes
ni el verdor del jardín.
Ya no espero la dádiva
que anhelaba y soñaba.
No me alegra la mañana
ni del tranvía su correr sonoro.
Si ver el día vivo,
olvidada de la fecha y del siglo.
Sobre una cuerda a punto de partirse,
soy un pequeño volantinero.
Soy una sombra de la sombra de alguien.
Soy un lunático de dos lunas oscuras.