Vea yo los ojos bellos
deste sol que estoy mirando
y si se van apartando
váyase el alma tras ellos.
Sin ellos no hay claridad
ni mi alma no la espere,
que, ausente de ellos no quiere
luz, salud, ni libertad.
Mire quien puede estos ojos,
que no es posible alaballos,
mas ha de estar por mirallos
de la vida los despojos.
Yo los veo y yo los vi
y cada vez que los veo
les doy un nuevo deseo
tras el alma que les di.
Ya no tengo más que dar,
ni imagino más que dé,
si por premio de mi fe
no se admite el desear.
Cierta está mi perdición
si estos ojos do el bien sobra
los pusieren en la obra
y no en la sana intención.
Aunque durase este día
mil siglos, como deseo,
a mí, que tanto bien veo,
un punto parecería.
No hace el tiempo ligero
curso en alterar mi edad,
mientras miro la beldad
de la vida por quien muero.
En esta vista reposa
mi alma y halla sosiego
y vive en el vivo fuego
de su luz pura y hermosa.
Y hace amor tan alta prueba
con ella, que en esta llama
a dulce vida la llama
y cual fénix la renueva.
Salgo con mi pensamiento
buscando mi dulce gloria
y al fin hallo en mi memoria
encerrado mi contento.
Allí está y allí se encierra,
no en mandos, no en poderíos,
no en pompas, no en señoríos
ni en riquezas de la tierra.