Bobby, de Pablo García Baena | Poema

    Poema en español
    Bobby

    No era el amor y se llamaba Antonio. 
    Hablaba como un indio del Far- West: 
    «hombre alto», «boca larga». Era de Fuengirola. 
    y siempre había un teléfono donde llamarlo cuando 
    -y reía- 
    la noche era más larga, más amarga, más lenta. 
    Por las villas de canos jubilados de Holanda, 
    por la «suite» de la vieja dama inglesa, 
    la viuda o divorciada más allá de los ácidos, 
    por el apartamento oscuro del borracho, 
    surgía su desnudo auroral como Jonia. 
    Era animal de dicha y entraba fiel, ruidoso, 
    un grueso calabrote de plata por el cuello... 
    Sobre muebles de Herraiz o lacas chinas, 
    biombo bermellón de zancudas doradas, 
    o en raída moqueta o taquillones 
    de castellano en serie, 
    iba dejando las botas deportivas, 
    los calcetines rojos, 
    el pequeño taparrabos celeste, 
    la camiseta como broquel de un pecho 
    sin defensa. Portador de alegría, 
    tal un dios de tobillos alados que bajara 
    a los orcos humanos 
    ahuyentaba la lágrima, la carta, los somníferos, 
    la desesperación y su lívida mecha. 
    Y una noche me dijo, su lengua por mi oído, 
    «Quisiera haberme muerto». 

    • El que todo lo ama con las manos 
      despierta la caricia de las cítaras, 
      siente el silencio y su pesada carne 
      fluyendo como ungüento entre los dedos, 
      lame la lenta lengua de sus manos 
      el hueso de la tarde y sus sortijas 
      se enredan en el ave adormecida 

    • Noche oscura 
      San Juan de la Cruz 

       
      Porque es de noche y va cayendo el agua 
      nos abrazamos, solos, en el viejo 
      regazo del sofá en tanto suena 
      la voz de Nat King Cole, triste y cálida 
      rama de broncas ascuas crepitantes 

    • Sólo tu amor y el agua... Octubre junto al río 
      bañaba los racimos dorados de la tarde, 
      y aquella luna odiosa iba subiendo, clara, 
      ahuyentando las negras violetas de la sombra. 
      Yo iba perdido, náufrago por mares de deseo, 
      cegado por la bruma suave de tu pelo. 

    • Alma felice che sovente torni...
      Petrarca, Soneto XIV 

       
      Alma feliz por siempre, pues lo fuiste un instante, 
      vuelve, ligera corza de la dicha pasada, 
      junto al frío torrente donde flota el recuerdo, 
      donde la rosa última de fugitivas horas 

    • No era el amor y se llamaba Antonio. 
      Hablaba como un indio del Far- West: 
      «hombre alto», «boca larga». Era de Fuengirola. 
      y siempre había un teléfono donde llamarlo cuando 
      -y reía- 
      la noche era más larga, más amarga, más lenta.