Sólo tu amor y el agua, de Pablo García Baena | Poema

    Poema en español
    Sólo tu amor y el agua

    Sólo tu amor y el agua... Octubre junto al río 
    bañaba los racimos dorados de la tarde, 
    y aquella luna odiosa iba subiendo, clara, 
    ahuyentando las negras violetas de la sombra. 
    Yo iba perdido, náufrago por mares de deseo, 
    cegado por la bruma suave de tu pelo. 
    De tu pelo que ahogaba la voz en mi garganta 
    cuando perdía mi boca en sus horas de niebla. 
    Sólo tu amor y el agua... El río, dulcemente, 
    callaba sus rumores al pasar por nosotros, 
    y el aire estremecido apenas se atrevía 
    a mover en la orilla las hojas de los álamos. 
    Sólo se oía, dulce como el vuelo de un ángel 
    al rozar con sus alas una estrella dormida, 
    el choque fugitivo que quiere hacerse eterno, 
    de mis labios bebiendo en los tuyos la vida. 
    Lo puro de tus senos me mordía en el pecho 
    con la fragancia tímida de dos lirios silvestres, 
    de dos lirios mecidos por la inocente brisa 
    cuando el verano extiende su ardor por las colinas. 
    La noche se llenaba de olores de membrillo, 
    y mientras en mis manos tu corazón dormía, 
    perdido, acariciante, como un beso lejano, 
    el río suspiraba... 
    Sólo tu amor y el agua... 

    • El que todo lo ama con las manos 
      despierta la caricia de las cítaras, 
      siente el silencio y su pesada carne 
      fluyendo como ungüento entre los dedos, 
      lame la lenta lengua de sus manos 
      el hueso de la tarde y sus sortijas 
      se enredan en el ave adormecida 

    • Noche oscura 
      San Juan de la Cruz 

       
      Porque es de noche y va cayendo el agua 
      nos abrazamos, solos, en el viejo 
      regazo del sofá en tanto suena 
      la voz de Nat King Cole, triste y cálida 
      rama de broncas ascuas crepitantes 

    • Sólo tu amor y el agua... Octubre junto al río 
      bañaba los racimos dorados de la tarde, 
      y aquella luna odiosa iba subiendo, clara, 
      ahuyentando las negras violetas de la sombra. 
      Yo iba perdido, náufrago por mares de deseo, 
      cegado por la bruma suave de tu pelo. 

    • Alma felice che sovente torni...
      Petrarca, Soneto XIV 

       
      Alma feliz por siempre, pues lo fuiste un instante, 
      vuelve, ligera corza de la dicha pasada, 
      junto al frío torrente donde flota el recuerdo, 
      donde la rosa última de fugitivas horas 

    • No era el amor y se llamaba Antonio. 
      Hablaba como un indio del Far- West: 
      «hombre alto», «boca larga». Era de Fuengirola. 
      y siempre había un teléfono donde llamarlo cuando 
      -y reía- 
      la noche era más larga, más amarga, más lenta. 

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