Amor, con el poder terrible de una rosa tu piel tensa me ha saqueado los ojos, y es demasiado claro este color de velas en un mar liso. ¡Dulzura, la tan cruel dulzura violeta que las nalgas defienden, como el nido de la luz! Porque una rosa
Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos. Con que trajín se alza una cortina roja o en esta embocadura de escenario vacío suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes, palomas que descienden y suavemente pósanse.
Me dio un beso y era suave como la bruma dulce como una descarga eléctrica como un beso en los ojos cerrados como los veleros al atardecer pálida señorita del paraguas
Y aquel antiguo amor me vuelve, aquel en tarde más propicias esparcido a voleo, cuando regía el alto designio del otoño la parábola azul de los vencejos. Oh gentes del mercado, de las rúas umbrosas, del soportal angosto, de la noria, del puerto,
Me decías que el viento no tenía tus ojos. En los altos del aire, la luz estremecida arde con dos diamantes que me incendian la vida: en tu mirada el sol ha encendido sus rojos.
Para quién pide el viento de esta tarde clemencia En los arcos de otoño qué susurra el zorzal Con sirenas de buques a lo lejos de la ausencia Oh capillas nevadas de la noche y el mal cetrería de oros y de bruma imperial bella presa halconeros un amante desnudo