Me decías que el viento no tenía tus ojos.
En los altos del aire, la luz estremecida
arde con dos diamantes que me incendian la vida:
en tu mirada el sol ha encendido sus rojos.
De mi vida me quedan inflamados despojos
y porque tú me miras ha vuelto a ser mi vida:
por tus ojos no vivo la noche derruida
y no veo la muerte si me miro en tus ojos.
Así el tigre acosado, así la noche en llamas
se salvan si los miras y hacia tu luz los llamas,
como yo me he salvado del collar de la muerte:
en tus ojos me salvas y en tus ojos me amas;
voy entero al imán de tus ojos al verte;
dame, para vivir, esta luz que proclamas.